Esta operación de recontexto también se realiza en la serie Wolken (1996-1997), donde la carne asume un discurso más combativo, y en la serie Feinschmecker und Raubtiere (1996), en la que carne molida, producto muerto y manufacturado, es revivido en un nuevo orden de cosas






Esta especia, de tan alto abolengo como el cardamomo y el azafrán, es el fruto de la Vainilla Planifolia, una orquídea enredadera de Centroamérica. En el terreno del gusto la rodea una simbología afrodisíaca, explicada por sus aromas y sabores propios. Una de las Indiscutibles aliadas de la repostería.
La primera vez que probé el rotí fue en El Callao, sentado en la acera de una calle, un lunes de carnaval, a las tres de la mañana. Una bella y esbelta trinitaria lo vendía acompañado con una salsa picante de mango verde. Ese desayuno tempranero me causó impacto al comerlo y no sólo por lo condimentado del plato. Los aromas del curry se me subieron a la cabeza y empecé a descifrar los sabores, a dejarme llevar por la experiencia lúdica, cultural e íntima del comer. Pensé sobre nuestra identidad alimentaria, a veces integrada y en otros casos yuxtapuesta; en nuestra historia de migraciones y contrabando, donde los sabores recorren caminos escondidos y difíciles de registrar. 
El nombre azteca "flor negra" no debe entenderse como un error de los mexicanos, pues ellos poseían grandes conocimientos de botánica y agricultura, sino más bien como una metáfora con una simbología
profunda.
Los frutos de la Planifolia son racimos de vainas que suelen medir entre 10 y 15 centímetros de largo. En su interior se ocultan miles de semillas de tamaño microscópico.
Las flores son órganos hermafroditas, pero incapaces de autopolinizarse. El método natural se realiza a través de la abeja melipona, una especie también nativa de la región. En el caso de la fecundación artificial, método descubierto en el siglo XVIII, el plantador introduce una vara delgada y levanta la lengüeta que libera el polen. Seguidamente se presiona la flor de manera que el polen entre en contacto
con el gineceo.
El curado de las vainas les asigna su olor y sabor. Esta técnica ya era conocida por los totonacas y los aztecas. Después de la cosecha, se apilonan las vainas para que empiecen a fermentar. Pasados unos días se las extiende y expone al sol. Al mediodía se las cubre con una frazada. De noche las frazadas se enrollan y se colocan en una caja herméticamente cerrada para que éstas continúen transpirando.
Las vainas se estiran y se alisan una a una para poder repartir uniformemente las semillas y los aceites de la pulpa del fruto. Terminado el secado las vainas adquieren su típico color negro parduzco y se vuelven suaves y flexibles.